Mis padres, como muchos otros de su generación, sacrificaron sus ansias de saber por el trabajo. Una labor constante y esforzada, desde muy temprana edad, que permitió que, tanto mis hermanos como yo, hayamos podido aprender a elegir y, en consecuencia, a esforzarnos para tratar de conseguir nuestros objetivos en la vida con alta tolerancia a la frustración, pero sobre todo a tener una actitud crítica desde el respeto hacia los demás.
Pertenezco a esa generación perdida, esa generación que todo lo ha tenido fácil. Esa generación tan útil, por otro lado, para algunos Gobiernos que con nosotros, como conejillos de Indias, han trasteado sistemas tan importantes como el educativo, arriesgándose a errar gravemente y a convertir al futuro potencial en ‘nuevos analfabetos’..
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